El Mensajero dejó el Corán confiable y escrito por los Compañeros para recitarlo y enseñarlo a otros, y cuando Abu Bakr, que Al-láh esté complacido con él, asumió el califato, ordenó la recopilación de estos fragmentos para que estuvieran en un solo lugar y pudieran ser consultados. Luego, en la época de Othman, se ordenó la quema de copias y fragmentos que estaban en manos de los compañeros de las regiones vecinas y en diferentes dialectos, y se les envió nuevas copias idénticas a la copia original dejada por el Profeta y recopilada por Abu Bakr, para garantizar que todas las regiones se refieran al mismo original y único ejemplar dejado por el Mensajero.
Así el Corán permaneció intacto, sin ningún cambio o alteración, siempre ha sido inherente a los musulmanes a lo largo de los siglos, circulando entre ellos y recitándolo en las oraciones.